Paseo de la Palmera
Nombre: Paseo de la Palmera
Tipo: Paseo arbolado
Distrito: Bellavista - La Palmera
CP: 41013
Situación: desde Glorieta Plus Ultra hasta Glorieta de México
Acceso: líneas 1, 2, 6 y 34
Longitud: 1500 m
Descripción:
Es en el año 1910 cuando la Avenida de la Palmera recibe su denominación actual, que se debe a la palmera que estaba plantada en el centro de la glorieta situada al final de la misma (hoy Glorieta Plus Ultra). Sin embargo, al año siguiente recibiría el nombre de Avenida de la Reina Victoria en honor de la esposa de Alfonso XIII. Con la Instauración de la República sería denominada Avenida de Mayo, para pasar a llamarse Avenida de la Victoria desde la guerra civil hasta 1980, año en el que volvería a denominarse Avenida de la Palmera, nombre con el popularmente siempre se le ha conocido. En fecha más reciente, con la instalación de nuevos rótulos en los espacios más significativos de la ciudad, el Ayuntamiento la ha denominado específicamente como Paseo de la Palmera.
La avenida surge como prolongación natural hacia el Sur del Paseo de las Delicias, en forma de carretera que permitiera enlazar el paseo con la llamada Venta de Guadaira, situada junto al cauce de este afluente del Guadalquivir y donde se constituiría la glorieta que le daba final. En 1911 se organiza parte del paseo bajo proyecto del arquitecto Juan Talavera, que desde el primer momento le dota de gran anchura mediante una calzada central de 14 m flanqueada por caminos peatonales de 7m y sendas calles de 6m para terminar con aceras: en total unos 44 m de anchura. Años más tarde (1916) el mismo Juan Talavera propone, con un nuevo proyecto, la terminación del mismo, aumentando la calzada central hasta 24 m y dotándola exclusivamente de aceras peatonales, aunque manteniendo el ancho total. Al mismo tiempo empiezan a surgir a ambos lados residencias tipo chalet, que motivarían que se dictasen en 1920 unas ordenanzas específicas de edificación para las construcciones a levantar en sus inmediaciones.
Estas normas insistían en la fórmula de ese tipo de vivienda: aislada, retirada de los linderos, y rodeada de ajardinamiento, lo que acrecentó aún más las construcciones de ese tipo, de las que hoy quedan muchas. La anchura de la vía de tráfico rodado y la peculiar arquitectura de sus lados, le confirió ya desde entonces una imagen especial que todavía hoy mantiene.
Este panorama se acrecentó aun más con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, en la que la avenida fue objeto de obras de ampliación y mejora. Así, en el año 1928 se amplía la calzada, pavimentándose con una loseta asfáltica rectangular que le confirió durante muchos años una peculiar imagen de novedad así como un piso notablemente suave frente al tradicional empedrado de las principales calles de la ciudad. También se abrirán nuevas conexiones laterales que la pondrán en en comunicación con el camino a Dos Hermanas (actual avenida de Manuel Siurot) y con las avenidas de la Reina Mercedes y de la Raza, importantes vías durante la Muestra Iberoamericana. Se construirían, asimismo, pabellones de la misma como el del Aceite (desaparecido) o el de Cuba y la República Dominicana, que con otros usos se conservan. Lujosas residencias privadas jalonan sus aceras por ambos lados, aunque en los últimos años muchas de ellas han perdido su característico carácter residencial para convertirse en sede de bancos, empresas de diversa índole, clínicas, etc. Algunas han mantenido, adaptándolas, las viejas construcciones. Otras han sido derribadas y sustituidas por modernas edificaciones que han cambiado sustancialmente el aspecto tradicional del paseo, en un proceso de paso de zona residencial tipo ciudad jardín, a otro de servicios que parece lamentablemente imparable a pesar de mantener como zona de edificación protegida gran parte de la contenida en su acera izquierda.
El paseo de la Palmera posee una doble riqueza vegetal. Por un lado la que proporciona la propia vegetación existente a lo largo de su trazado y en los diferentes espacios vinculados a él, representada por multitud de especies, algunas muy poco frecuentes en el resto de la ciudad. Por otro, el indudable valor de su propia composición paisajística como paseo arbolado.
En lo que a lo primero se refiere, el paseo contiene una gran diversidad vegetal tanto en árboles como en arbustos y trepadoras. La Glorieta Plus Ultra, que le sirve de comienzo, presenta ya un original ajardinamiento en el que destacan, junto a su fuente, adelfas (Nerium oleander) cultivadas en pie alto y una doble alineación de cipreses piramidales (Cupressus sempervirens var. stricta). Las verjas y tapias de las numerosas casas que jalonan su recorrido, prestan un acompañamiento vegetal botánicamente muy rico y dotan de gran expresividad plástica a las aceras del paseo: Buganvillas de diversos colores (Bougainvillea glabra var. sanderiana de color morado Bougainvillea x buttiana Crimson Lake de color rojo e incluso Bougainvillea spectabilis var. lateritia de original color ladrillo), Bignonias rosas (Podranea ricassoliana), Jazmín común (Jasminum officinale), trompetas (Campsis radicans), lantanas (Lantana camara), celestinas (Plumbago auriculata), campanilla azul (Ipomea acuminata), la elegante: Thunbergia grandiflora, hiedras (Hedera spp.), o tapizantes como la Dicchondra repens o la Aptenia cordifolia.
Aún siendo jardines de propiedad privada o de la Administración y que, por tanto, no pertenecen como tales al paseo y no son de acceso público, la antigua Avenida de la Palmera se encuentra acompañada de varios jardines de alto valor vegetal entre los que pueden citarse:
-
La denominada Casa Sundheim, propiedad de la Junta de Andalucía, donde es posible encontrar raros ejemplares de laureolas (Cocculus laurifolius).
-
Los jardines de la Casa Rosa sede de la Agencia de Medio Ambiente de la misma Junta de Andalucía, que por sí solos merecen un recorrido especial por su altísimo valor botánico (es posible previo permiso su visita y recorrido).
-
Los jardines del edificio que comparten la aseguradora Winterthur y la empresa Telefónica con un cuidado ajardinamiento donde destacan la alineación de laureles (Laurus nobilis) sobre cascadas de rocíos (Aptenia cordiflora), y los ejemplares de palmitos (Chamerops humilis).
-
Los jardines del edificio de la Caixa con su curioso seto de naranjo y su tapiz de Dicchondra repens. Los sencillos jardines del convento de las Adoratrices con su enorme jacaranda (Jacaranda mimosaefolia) casi coetánea con las primeras que llegaron a la ciudad con la Exposición de 1929 y que hoy se encuentran en la plaza de América y su tapia chorreante de Fallopia baldschuanica (Polygonum aubertii).
-
Los jardines de lo que fueron pabellones de la República Dominicana y de Cuba durante la Exposición de 1929. En el primero es interesante su verja cuajada de trompetas trepadoras (Campsis radicans) y en el segundo una variada flora americana representada por: washingtonias (Washingtonia filifera), palos borrachos (Chorisia speciosa), tipuana (Tipuana tipu) y Dombeya (Dombeya x cayeuxii).
También pueden admirarse ejemplares aislados como las altas y esbeltas casuarinas (Casuarina equisetilfolia) junto al Instituto Fernando de Herrera, los altivos pinos (Pinus halepensis) que hacen guardia junto al legendario bar La Botella, y cerca, en un jardín particular, el bonito ejemplar de ceibo (Erythrina crista-galli) cuya copa asoma sobre la acera del paseo y el raro ejemplar de jacaranda de flor blanca en el Colegio Mayor Guadaira, ya casi al final de la avenida.
El Paseo de la Palmera llama también la atención por su sencilla pero acertada composición arbolada. Puede decirse que ofrece un doble escenario visual y paisajístico. Por un lado, las altas Phoenix Dactylifera plantadas en el borde de la calzada, marcando la separación entre la zona destinada al tráfico rodado y las aceras peatonales, son bien visibles por cualquier viajero que, procedente de Cádiz, se adentra en la ciudad.
Es una vegetación para ser vista con perspectiva, casi desde la calzada o desde los vehículos. Las copas en alto dibujan una rotunda línea que fuga en el horizonte de la inmediata ciudad. En cambio, en las aceras se ha compuesto una acertada combinación vegetal destinada al peatón, al paseante: línea de falsas acacias (Robinia pseudacacia) que al ser de hoja caduca permiten el pausado tránsito, dejando pasar los rayos de sol durante el invierno, y que con el acuciante calor del verano ofrecen tupida y agradable sombra, no sin antes - en la incipiente primavera - haber ofrecido rutilantes claroscuros con su esplendorosa floración blanca antes de poblarse con las hojas.
El acusado componente leñoso de las palmeras datileras, demasiado contundente en la cercanía de la acera para el peatón, se compensa con el vestido que poseen casi todas ellas a base de buganvillas. Estas se enroscan en sus estípites y llenan de color su decidido arranque desde el suelo. Hay más: un casi imperceptible ritmo formado por la disposición palmera – dos naranjos- palmera, que dibuja todo el borde de la acera y que ofrece también un denso contrapunto de verdor a la zona de visibilidad cercana para el tranquilo paseante acrecentado cuando, en la primavera, se acompaña de la embriagadora fragancia del azahar. A esto se añade un cuidado seto bajo de tuyas que acompaña en todo el trazado del paseo a naranjos y palmeras, que impide el cruce arbitrario de la misma y que sólo se abre ante garajes y pasos de cebra, en una formula que después se copiado en otras modernas vías de la ciudad. El paseante y el ciclista pueden disfrutar también del torrente de trepadoras que se descuelgan por las verjas y tapias de las casas que se abren a la avenida y además observará –si es curioso- cómo la naturaleza y la sabia elección de propietarios y jardineros, ha sabido situar a modo de palmera alta y de rápido crecimiento en la vía pública a la Phoenix dactylifera, mientras que en la quietud de los jardines privados, tras las tapias, donde las diferentes generaciones pueden permitirse un crecimiento más lento e indolente y donde es más apropiada una menor altura, se convierte en dueña del panorama vegetal la Phoenix canariensis.
El Paseo de la Palmera es hoy -como lo ha sido desde hace muchos años- la entrada natural a la ciudad desde el Sur, desde Cádiz, para todo aquél que dejando de lado la modernidad y la vorágine de tráfico de las recientes vías de circunvalación de la ciudad, decide adentrarse en ésta acompañado por la vegetación y el melancólico recuerdo de la Exposición de 1929, para continuar después, sin apenas darse cuenta, por el romántico Paseo de las Delicias que entre los evocadores jardines del mismo nombre y la espesura del Parque de María Luisa conduce a la ciudad antigua.