Jardines de la Torre de Don Fadrique
Nombre: Jardines de la Torre de Don Fadrique
Tipo: Jardín Histórico
Distrito: Casco Antiguo
CP: 41001
Situación: Compás del Convento de Santa Clara. Calle Santa Clara entre calle Lumbreras y calle Hombre de Piedra.
Superficie: 1792 m²
Descripción:
En la calle Santa Clara, junto al compás que precede al viejo convento del mismo nombre, se encuentra esta torre que da nombre al jardín. Desde el compás, pasando bajo una portada que lo fue de la primitiva universidad sevillana, a través de una pequeña callejuela se accede a este rincón cargado de historia y de leyendas.
La torre, construida en 1252 según la inscripción de la puerta, se erigió en las huertas del palacio de Don Fadrique, hijo del rey santo Fernando III, conquistador de la ciudad a los musulmanes. Constituye una interesante muestra de arquitectura de transición del románico al gótico, ejemplo de la que viene a Sevilla de la mano de los conquistadores y que, antes de la profunda y grandiosa síntesis de lo mudéjar, impera momentáneamente en las construcciones cívico-militares que se levantan en la recién conquistada ciudad y de la que constituye otro buen ejemplo el llamado palacio gótico del Alcázar o la Iglesia de Santa Ana de Triana. Es de planta cuadrada de 5.40 m de lado con tres pisos siendo en su mayor parte de ladrillo salvo algunos elementos (sillares del piso bajo, esquineras del último puerta, huecos y bóvedas) que están labrados en piedra. Estrechas saeteras en el primer piso, ventanas de traza románica en el segundo, que se transforman en góticas en el tercero, para culminar con una azotea almenada sobre airosa bóveda gótica de ocho paños sobre trompas nervadas, dan un severo y majestuoso aire a una construcción que destacaría –y lo sigue haciendo- tanto por su altura como por el sello genuinamente occidental de su arquitectura en un caserío impregnado todavía de vetustas fórmulas islámicas.
La enemistad entre don Fadrique y su hermano el futuro rey Alfonso X el sabio, que acabaría con la condena a muerte del primero en 1277, los amores incestuosos de aquél con su madrastra Juana de Pointiheu (segunda esposa de Fernando III), que la leyenda sitúa entre los muros de esta torre, las intrigas, los lances..., rodearon a esta vieja atalaya de la ciudad de una aureola de misterio y de leyenda, que llevaron a que fuera conocida durante siglos como la “torre encantada”.
Sancho IV el bravo, segundo hijo de Alfonso X, ya rey, donaría en 1289 los terrenos en los que estaba la torre y las huertas, que habían sido propiedad de la orden de Calatrava, para la construcción del convento. En 1920 el ayuntamiento de la ciudad adquiere lo que quedaba de la huerta, la torre y algunas dependencias que ya no eran utilizadas por la comunidad de clarisas, estableciéndose una servidumbre de paso a través del compás. Se realizaron entonces algunas obras de reparación en la torre, excavándose para dejar al descubierto el nivel original donde se situaba el basamento de la torre. En 1925 se crea allí el Museo Arqueológico Municipal depositándose numerosas piezas propiedad del ayuntamiento para lo que se construye un pequeño edificio anexo. Es entonces cuando se decide exornar los alrededores de la torre transformando lo que de huerta quedaba en un pequeño jardín. Éste, diseñado por el arquitecto Juan Talavera (que también haría la escalera interior de la torre), estaba presidido por un alberca rectangular que situada a los pies de la torre pretendía darle realce y perspectiva. El jardín obedecía al esteticismo eclecticista de principio de siglo y rodeaba la alberca de pequeños arriates donde se situaban algunas de las piezas de la colección, incorporando cipreses y pérgolas sobre columnas con trepadoras. Entre los años 1997 y 1998 se pretendió hacer de la torre y su jardín, así como del cerrado convento, parte del museo de la ciudad. Para ello, y a la luz de un plan especial, se pretendía acondicionar 4000 m² rehabilitando y ampliando los jardines existentes. En el año 1999 se intentó también convertir la torre -arrendándola- en mirador público, con una instalación similar a la que se había hecho en la conocida torre Tavira de Cádiz.
En la actualidad la alberca, rodeada de setos de arrayán (Myrtus communis), preside un recoleto jardín donde naranjos, un olivo y acantos, en la compañía de un grandioso ejemplar de laurel (Laurus nobilis) probablemente el más antiguo de Sevilla, junto con vetustas piezas de estatuaria y arqueología, guardan la vieja torre que al cabo de los siglos sigue impasible oteando el acontecer diario de la ciudad.