Jardines de la Buhaira
Nombre: Jardines de la Buhaira
Tipo: Jardín Histórico
Distrito: Nervión
CP: 41005
Situación: confluencia entre Avenida de la Buhaira y Avda. de Eduardo Dato
Superficie: 35000 m²
Descripción:
Los orígenes de estos jardines se remontan al reinado de Al-Mutamid, famoso monarca del reino taifa sevillano, y su nombre proviene de la laguna que allí se situaba, “al-buhayra”, donde aquél situaría una serie de huertas de recreo que más adelante y bajo el mandato de Abu Yacub Yusuf serían ampliadas con miles de olivos, viñas, frutales y palmeras. En los siglos siguientes la zona pasaría de esta época de esplendor a un estado de ruina total y no será reforestado hasta el siglo XVI.
Después de un segundo período de decadencia resurge a finales del siglo XIX, en el que se destruirán los últimos restos del palacio musulmán y se construirá el edificio regionalista existente en su interior. Al igual que ya ocurriera con los jardines del Prado de San Sebastián, el acoso urbanístico durante el siglo pasado fue acuciante, hasta que la decisión de las autoridades locales de recuperar su uso histórico permitió plantear un diseño algo inusual en el entorno de la ciudad. Los jardines quedaron definitivamente inaugurados en 1999, acometiéndose además obras de puesta en valor de los restos islámicos que quedaban.
No obstante la parcela original, ante la necesidad de apertura de la avenida que lleva su nombre para comunicar dos grandes arterias de comunicación de la ciudad, Eduardo dato y Ramón y Cajal, quedó dividida en dos, obligando a la separación de los jardines en dos zonas diferentes entre las cuales pasa la calle de nueva apertura.
Los jardines quedan así dispuestos en dos áreas.
Por un lado encontramos el Jardín de Palacio, respondiendo a un orden que combina lo orgánico con lo geométrico. La intención de este área de los jardines es recuperar el carácter histórico inherente al lugar. Para ello y desde la entrada encontramos un eje que, empezando en una pequeña plazoleta con una fuente, nos conduce a través de una avenida enmarcada por dos grandes estanques rectangulares y palmeras datileras (Phoenix dactylifera) -oponiendo como ya lo hace el jardín del Prado de san Sebastián, horizontalidad y verticalidad- hacia el edificio aún conservado. El área también recupera, restaurada, la primitiva alberca islámica en el límite con la avenida de la Buhaira. Hacia ambos lados del eje principal es donde el trazado se hace más orgánico, como si de una huerta se tratara. Planteada de esta forma, esta zona del jardín continúa con la práctica que comenzara la Exposición Universal de 1992: la inclusión del olivo (Olea europaea) como árbol ornamental, aunque aquí rememora el perdido carácter rural de la huerta. Así, el olivar se constituye como uno de los elementos fundamentales de los jardines sirviendo de elemento de continuidad entre las dos áreas. Otros árboles cuyo uso es fundamental en el entendimiento de los jardines es el naranjo (Citrus aurantium), de amplia difusión en la ciudad, y que aquí también se usa como solución de continuidad entre las dos áreas. Otras especies de interés en este primer área son las higueras (Ficus carica), los limoneros, el mirto, los cipreses (Cupressus sempervirens) y otro árbol de gran extensión en la ciudad, la jacaranda.
Pasamos ahora a la segunda área de los jardines, conocida como Jardín de la Historia. Aquí se abandona toda concepción orgánica y se acomete el diseño desde una óptica mucho más geométrica, estableciéndose el jardín mediante una serie de arriates rectangulares a lo largo de un eje que abarca toda la longitud del mismo. A un lado y a otro de este eje vamos encontrando pequeños estanques y pérgolas, dispuestos para ejercer cierto control bioclimático sobre el área ajardinada. En esta parte del jardín se plantean las soluciones de continuidad con la otra zona, encontrándonos una continuación del olivar y, de forma mayoritaria, cuadros casi completos de naranjos.
Escoltando los huertos de olivos y naranjos encontramos robinias (Robinia pseudoacacia) y buganvillas (Bougainvillea spp.). Por otra parte, los parterres se inundan de plantas aromáticas entre las que podemos contar la mejorana (Origanum majorana) , la lavándula, el tomillo (Thymus vulgaris) , la salvia o la menta (Mentha xpiperita).
Gracias a estas especies y a otras de floración anual como las clavellinas o las amapolas de California, las zonas del jardín que limitan con la avenida adquieren unos colores espectaculares, transformando el jardín en una auténtica pradera de gran valor cromático.